En el comienzo, tiré diques,
anudé caminos y puentes
limpié rutas y vías,
colgué puertas y paredes,
sembré grama y alegría
pero…, estás lejos – decías,
- por favor, ¡Dame tu mano!.
Al principio, no pude entender,
Batí ternura con afecto,
Calenté soles, endulcé mares,
Desempolvé el corazón, te ofrendé
un norte en el sur, donde amarte.
Feliz.… pero, Sin embargo,
siempre, faltaba mi mano.
Busqué redimir el pasado,
aprendí a amar tus sabores,
me sumergí en tu paisaje,
nutriéndome en tu ternura,
perfumé dinteles y umbrales
Pero no, - ¡ayúdame a cruzar!
Insistías, por mi mano.
Entonces, me armé de paciencia
Conté todas tus heridas,
Arropé todos tus llantos,
Cargué con cada lágrima,
curé momentos amargos,
y, estuviste a mi lado, pero,
- ¡¡Haz un gesto!,, ¡quiero tu mano!
Necio y obstinado, me convertí en
devoto de tu liturgia,
apasionado trascurría
venerando una vida al borde,
por momentos aciaga y turbia
y después de todo lo andado:
- ¡extiéndeme la mano!.
y al terminar mi procesión
vi en el sendero trazado
el sudor sobre los campos,
yermos…y comprendí el presagio,
al verte, del otro lado,
sin esperanzas, en llanto,
…lloré… y retiré Mi mano…
(tendida desde hace tanto)
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