carta a L

Quiero ser contundente:

Te amo,
siempre te amé…

Hay muchas formas de decirlo,
y muchas en las que quisieras escucharlo
que seguramente no diré
(por ignorancia o insesibilidad):

Podría mirar al pasado:
y casi impúdico, reconocer que
con vos di mi primer beso verdadero,
que nunca tuve tantas ganas de volver o de no ir,
de donde estuviera
o a donde fuera
sólo para no perderme un instante de vos,
sólo para verte
o para no dejar de verte.

O imaginar la ausencia probable:
Y entonces aceptar que
si decidís no venir,
cualquier otra relación será simplemente
resignación
algo menor y pequeño
un agujero, una pérdida, un dolor, una insignificancia,
o en el mejor de los casos una insatisfacción constante.

O repetirme y repetirme y repetirme y repetirme y repetirme…,
como en un diálogo de sordos, a gritos (que probablemente no escuches):

enterremos ESTOS RECUERDOS TRISTES
ignoremos EL RENCOR,
conjuremos EL DOLOR...

Lamentablemente (para mi)
Con ninguna de estas formas
siquiera te rozo…

con lo cual
vuelvo sobre lo atemporal,
(quizás gastado por el uso)
pero contundente:

TE AMO
(sin faltar un día)

Brindis

¡Por muchas celebraciones!
¡Por infinitos y continuos,
momentos de felicidad…!

Porque sea mucho
el tiempo por compartir
pero no la certeza de la permanencia.

Por los senderos sin trazar,
trazados de preguntas,
y la capacidad de disfrutarlos

Por la certeza de que habrá
caminos lúgubres
con hierbas amargas,
de duras palabras,
que harán más intenso,
inexorable,
el verdor de los jardines,
y anhelados,
futuros despertares,

(pletóricos…
y algo fatuos)

Por vos,
Por ellos,
(los que están y estuvieron cerca)
Por nosotros,
Los de esta mesa…

Dic de 2003

Maldición II

Si ya no vas a venir,
¡apártate, de la memoria!

Pero antes, libera mi destino
Y déjame una última expresión
de rencor… Y vete…
O no vengas, que es lo mismo.

Porque de ti,
Ya poco y nada va quedando,
Pero en tren de desear
Que nada quede,
En nadie.

Que tu perfume se pierda
En tiempos estériles,
Y tu mirada sea transparente
Para el que quieres

Que las hojas doradas
Que tapizan el otoño,
Sean sólo, hojas secas
A tus ojos

Y tus recuerdos felices
Sean negros,
Y nunca, te derramen,
Palabras de aliento

Que la música sea hueca a tus oídos
Que tus días, parecidos.
Que desconfíes de los amigos
(y ni siquiera importes a tus enemigos)

y tus labios,
besen cuerpos
en cada espejo

y los amores
se atrincheren
en tus simientes

y que todo el tiempo
tu corazón, no se estremezca
ni palpite, ni queme,
y sobre todo …que no se detenga.