Macerados en el tiempo
se van cociendo surcos
(en mi cara)
como pesadas guirnaldas que cruzan un campo yermo.
Impávido,
las veo avanzar, como un eco
que retumba sarcástico y burlón
todo poderoso,
Preanunciando, que incluso yo,
quien en una vida fui inmortal,
seré un cadáver:
inmortal y resignado