En un sillón hundido
vivo, inmerecido
castigo,
se escurren de mis oídos
tus pasos,
en línea recta hacia
un ocaso
Atado por la cintura
sufro, la absurda
tortura,
que esparce tu cabello
en gotas
invisibles de imaginarios
aromas
y, en el último meridiano
al finalizar el
camino,
cuando fluyan sobre mi,
ríos
de indomable coraje,
¡De pie!
(me acercaré cegado)
Cuando un: - ¡Hasta pronto!
cálido y después
frío,
doblará mi rostro en un
zumbido,
y entonces sabré (¡hasta siempre!),
amor
…que te habré perdido.
1 de marzo de 2003